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domingo, 5 de diciembre de 2010

Yasunari Kawabata "El acorde sutil de las palabras"

Estas reflexiones surgen del Club de lectura sobre Yasunari Kawabata realizado el 6 de noviembre:

Un 11 de junio de 1899, nacía el escritor japonés Yasunari Kawabata; su vida tuvo como característica, más que el duelo, la ausencia. Si bien es cierto que sus padres murieron cuando tenía 3 años y su hermana a la edad de once, y luego su abuela; Kawabata no tuvo suficiente conciencia de esas muertes; sentía lástima por personas que quizá ni siquiera recordaba lo suficiente como para extrañarlas como menciona en el relato autobiográfico Aceite donde habla de las fotos de sus padres: “Contemplar sus fotos no me traía nada a la memoria. Y así, aunque imaginaba que probablemente pertenecían a mi propio padre, la idea no estaba acompañada por su sensación honda. Todo el mundo me contaba historias de mis padres, pero no era como escuchar habladurías de alguien familiar. Pronto lo olvidaba”. Sin embargo, sí lo afectó profundamente la muerte de su abuelo a quien tuvo que cuidar mientras estaba ciego, como refleja en su obra Diario de mi decimosexto año, escrita a a los dieciseis años y luego encontrada y revisada a los 27. En el prólogo a la Correspondencia entre Yukio Mishima y Kawabata realizado por Diane Marguerie donde se refiere a su obra “Cartas a mis padres”, donde dice “Padre y madre, que hicieron de mí el hijo de mi abuelo, ¿No me habrán transmitido una sangre demasiado pura. Nadie en el mundo más que ustedes me dio el don de sumergirme en el extásis de la nada... Padre y madre, descansen en paz, han muerto sin haberle dejado a su hijo ningún elemento para recordarlos".

El reflejo de una tristeza que no es violenta sino que está unida a la aceptación natural de las cosas, se transparenta en el relato Izu no Odoriko (“La bailarina de Izu”), en el que cuenta el viaje de un joven de 20 años a las aguas termales de Izu detrás de unos artistas ambulantes. Y poco a poco, a lo largo del viaje, el personaje revela su deseo de ser acompañado, pero a la vez, hay algo que deja atrás, y es la autocompasión que se tiene por ser huérfano. Al fin se rinde como si fuera un niño y llora, y lo hace de forma natural, dejando que sus lágrimas fluyan como agua. Cito: “Mi cabeza se había convertido en agua pura, agua que caía gota a gota. Era una sensación dulce y placentera, como si nada fuera a quedar”. En esa ausencia de recuerdos de su familia, Kawabata examinó hasta que punto el recuerdo se mezclaba con la imaginación, y se volvía una ensoñación, esa mezcla entre lo real y las fantasías creadas por la mente.

Después de terminar sus estudios de Literatura en lengua inglesa y Literatura de Japón, el escritor fundó la revista Bunquei Jidai (La edad artística), donde precisamente publicó La Bailarina de Izu, en 1926.

Kawabata adquirió un amplio conocimiento de la literatura antigua japonesa que se caracterizaba por dos sentimientos principales: el okashi o el placer ante las cosas presentes y el mono no aware que se refiere a la nostalgia por el paso del tiempo. El primero se refleja en las frases del universo del autor, evocadoras del haiku y que a través de los sentidos, en especial del oído y la mirada , descubren la belleza del mundo, y así encontramos las obras provistas de un erotismo sutil que se concentra en el detalle y que al contrario de Mishima, no es un erotismo cargado de violencia. Ese disfrute de la belleza recuerda las imágenes utilizadas por Sei Shonagon en “El libro de la almohada” o “Libro de Cabecera”, en unos llamados ensayos a vuelo de pluma que no son más que impresiones acertadas que quedan girando en la mente de aquel que las lee.

Por otra parte, la nostalgia frente al paso del tiempo es un concepto muy budista que comienza con el comienzo de literatura en Japón, en su poesía y en la primera novela japonesa, “El Genji Monogatari”, que relata las aventuras del Príncipe Genji, sus épocas de esplendor y decadencia. En la decadencia se evocan aquellos momentos hermosos del pasado. La obra de Kawabata “Lo bello y lo triste” es quizá una unión de esos dos sentimientos y además trae reflexiones sobre el paso del tiempo; distinciones sobre el paso del tiempo exterior e interior, sobre el recuerdo: “El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre para todos los seres humanos, pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo. ”Así, en el cuento “Una oración en lengua materna” Kayoko se suicida con su amante, pero en el momento de la muerte no lo recuerda a él, no a aquel con quien se suicidó, sino que sus recuerdos van en sentido inverso, no desde lo más reciente hasta lo más antiguo, sino que lo último que recuerda es a su primer amante. Otra observación que quiero hacer es que en obras como “País de nieve”, o “Lo bello y lo triste”, el viaje a una ciudad que en la que se ha estado hace mucho tiempo es una excusa también para retornar en el tiempo, un viaje hacia el pasado que abre un universo.

Se puede decir que Kawabata muestra la tradición como han dicho muchos, pero más allá de conjugar elementos de su realidad con la literatura antigua, logró crear mundos encerrados en la bellaza a partir de la ensoñación creada por la realidad y sus recuerdos, pero al mismo tiempo por su increíble lucidez que le permitió tomar distancia frente a sus historias.

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